26 nov 2008

ARRIBA, SIEMPRE ARRIBA, SIN PENSAR EN LA CAÍDA

Este fragmento de una canción de Manolo García (me gusta mucho su música, y sus letras), es mi grito de guerra ultimamente. Me da ánimos, tal vez porque te incita a mirar siempre hacia delante, sin miedos.
Bufff, me estoy poniendo seria, y de lo que quiero hablar es de algo que a muchas nos pasa, aunque no lo queramos admitir.
Un día, te miras en el espejo y descubres que tu cuerpo serrano, se está convirtiendo en cuerpo cantimpalo. Los kilillos de más acumulados por:
  • la cervecita del veranito
  • la vuelta al trabajo de septiembre (depresión post-vacacional curada a base de chocolate... sniff)
  • Todos los Santos (Panallets en Catalunya, que están para morirse)...
  • copita o la cenitas con los amigos para contarse las vacaciones...

A esto, hay que tener en cuenta que llevo un mes viendo en la Panadería los mantecados, los turrones y demás dulces y chocolatinas de Navidad (panaderos y supermercados, por Dios, tened piedad de nosotras).

Total, que las carnes están en expansión, y tras sopesar esa cruda realidad tomas la fatal decisión: ME PONGO A DIETA YA!

En ese momento, un nudo en la garganta se apodera de tí, conmovida por la emoción y el convencimiento (esta vez si, lo voy a hacer a rajatabla, quiero volver a estar buenorra). Llevada por ese subidón, confeccionas una lista: menús, ejercicio, cremas para las lorzas... vamos que lo tienes todo más planificado que un viaje espacial.

Primer día de dieta: Te levantas un poco antes, quieres estar radiante el primer día de la gran dieta definitiva de la muerte. Te miras al espejo, pensando en lo bien que estás haciéndolo. Pero... primera dificultad. De reojo miras a esa máquina del diablo, tirada en el suelo, toda modosita ella, como si jamás me hubiera amargado la vida... si, os hablo de la maldita báscula rastrera y asquerosa que me da el día. Ese aparato infernal que se carcajea de tí en tus narices cada vez que la pisoteas. Está allí, esperándote, alerta, la muy... Cierras los ojos y te subes despacito (como si haciéndolo de ese modo fueras apesar menos). Abres un ojo, luego otro y después la boca... "Dios mío... pero tanto peso? Soy de plomo o qué?".

Ante la magnitud de la situación, te vistes corriendo y te cepillas el peLo, pensando que lo que iban a ser unos kilillos, se van a convertir en unas arrobas... una dieta larga y penosa.

Sales corriendo de casa (tarde, tardeeeee) sin desayunar.

Mira, unas calorías que me ahorro, y un poco de café, que estamos en crisis.

****CONTINUARÁ****

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esa es mi niña...
Yo estaré contigo además a mi tambien me vendrá bien perder unos kilillos..jeje
Un saludo